Rosas y lágrimas murieron
En la ardiente tentación de tus labios entreabiertos, y la mirada encendida que me invitaba a ser tuya, vi el fuego de tus ojos quemar mis vestiduras, y arrojarme entre caricias a lo más hondo del infierno; fueron tus besos los que mi cuerpo acariciaron, y con tus dedos tatuaste cada huella, por cada rincón, en el gesto más indecoroso, más osado, más divino, entre gemidos yo pensé en el adiós. Mi nombre se coló entre tus suspiros, tu aliento se convirtió en aire que ya no respiro. Nunca más tu cuerpo se amoldó al mío, ni tus ojos intensos me desvistieron. Admití tus manos grandes sentirme tuya, todavía con la pasión desenfrenada de la primera vez, tu boca continuaba sabiendo a miel, y tu piel tersa seguía siendo mi manta. Vi cansada el movimiento de tu espalda, aburrida de la música de tu respiración, acomodé mi mente muy lejos de tu oído, mientras ahí, entre suspiros, escuchaste de mis labios el sonido de su nombre. Sí, es él quie