La sombra de La Rosa
La sombra de La Rosa. Seguía siendo una sombra más, como muchos, como mis camaradas. Éramos siluetas tristes recortadas contra la cegadora luz de lo común. Ya lo sabíamos, ya lo sabíamos. Apenas había terminado una discusión conmigo misma de la que nadie había salido contento. Me arropaba entre mis sábanas, como protegiéndome de algún monstruo, como solía hacerlo de pequeña, sólo que entonces, entonces los monstruos estaban dentro de mi imaginación. Ahora están adentro de mi cabeza, y afuera de mi ventana, esperando devorarme. Me cubro hasta la cabeza y aprieto con fuerza los ojos. La oscuridad me cubre y eso me gusta. Quiero estar sola, ahora sí. No quiero volver a encerrarme en mis pensamientos, la discusión de hace un rato me había fatigado; no quiero saber nada más del mundo: esa había sido la conclusión. Soy humana, y como tal, tengo el derecho de enviarlo todo al demonio, al menos por un día, y sentirme mal, por el simple hecho de estar viva puedo llorar sin que na