No es una amenaza, es una promesa.



La situación en la que se encuentra México, exige que las y los jóvenes tomemos el presente en nuestras manos. Es momento de que pugnemos por un México más libre, más próspero y más justo. Las y los jóvenes de México, creemos que el sistema político y económico actual, no responde a las demandas de todos los mexicanos.

La televisión produce enajenación, forma a los esclavos modernos, programa sociedades para amar al opresor. Condenan generaciones al horror cuando las instituciones ya no cumplen su función. Hoy el oprimido que dice basta y se levanta es tachado de revoltoso y huevón. ¿Qué podemos esperar de una nación donde el narcotraficante, el futbolista, la actriz de telenovela, tienen más admiración que aquél que lucha por sus derechos? Donde nos niegan la educación de calidad que es la base de toda estructura social.

Sólo hay que mirar a nuestro alrededor y darnos cuenta de que le llaman democracia y vivimos oprimidos, ¿cómo fue que a esta palabra le cambiaron el sentido? ¿Cómo fue que terminamos tragando todas las mentiras de estos traidores apátridas?
¿Cómo fue que terminamos ciegos, sordos y mudos ante la cruel realidad de tantos hermanos nuestros?

Las y los jóvenes de México, hemos asumido un compromiso con la patria, esta patria vejada, mutilada, traicionada, violada. La vamos a reconstruir aunque de las cenizas la levantemos. No es una amenaza, es una promesa.

Ya se está preparando la lucha colectiva, hay hambre de libertad acumulada en cada esquina. Pobre de mi pueblo que permanece dormido, por los medios manipulados y eso de la religión, les han robado las ganas de hacer revolución.
Pero la sangre luchadora mexicana permanece ahí, la vamos a desempolvar.

Poco a poco se despierta la conciencia con las ganas de luchar de este pueblo sometido a una dictadura disfrazada, es lo que vemos, y con el puño izquierdo en alto avanzaremos, unidos venceremos.

Las calles nos pertenecen porque miedo no tenemos así que las tomaremos y gritaremos consignas de protesta en contra de este poder enfermo que se olvida de que nuestra dignidad no tiene dueño ni tiene precio.

La lucha continúa y no sabemos conformarnos, el cambio depende de nuestras manos. Diremos que por lo menos lo intentamos, que por lo menos, pusimos nuestro corazón y nuestra vida en ello.

Le decimos a aquél mexicano que nos critica, nos juzga y se burla:
Es más fácil descomponer un átomo que un prejuicio, usted trabaje, consuma, obedezca, no piense, no cuestione el sistema, vaya a su madriguera a mirar la televisión, pero después, no llore cuando la realidad lo alcance.

Las y los jóvenes de México, seguiremos inyectando conciencia. Esta lucha no va a parar; va a costar porque ninguna revolución dura dos días y recordemos que actuar con unidad es lo ideal y sobre todo, empezar por nosotros mismos es lo principal.

Kiryum.




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